Por este medio lamento informar que la Suprema Corte de Justicia acaba de declarar la inconstitucionalidad de la ley de imprescriptibilidad, también en el caso de Edgar “Gato” Sosa, denunciado por su hija, la compañera Tania Sosa.
Se estaba indagando a Walter Gulla, Luis Lamas, Daoys Bonilla, Carlos Neves, Gustavo Méndez y Walter Numas De León quienes presentaron el recurso para escapar a la acción de la justicia.
Compañeros, en este momento de impunidad jurídica, tengamos muy presente lo que sucedió, porque los responsables de la muerte del Gato Sosa, gozarán –por ahora- de las prebendas de las bibliotecas apolilladas pero nunca podrán ampararse en la impunidad moral.
EDGAR FRANCISCO SOSA CABRERA, más conocido como el “GATO SOSA”, nació en Uruguay, en el Departamento de Colonia, el 26 de diciembre de 1937. Era de ocupación mecánico, de estado civil casado y al momento de su fallecimiento tenía 44 años de edad y era padre de una niña, la denunciante en la causa, Tania Sosa.
Edgar “Gato” Sosa tuvo desde siempre una activa militancia política y social, habiendo pertenecido al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T).
Fue detenido por las Fuerzas Armadas el mismo día del golpe de estado y permaneció recluido en primera instancia en la Brigada de Artillería Nº 1, La Paloma, Cerro; fue trasladado al EMR1 (Penal de Libertad) donde estuvo privado de libertad hasta febrero de 1981; luego, entre febrero y agosto de 1981, habría permanecido preso en el Regimiento de Caballería Mecanizada Nº 4. Finalmente, desde agosto de 1981 hasta abril de 1982, fue nuevamente trasladado al EMR1 (Penal de Libertad), celda 3ª A 16 derecha. Su número de preso político en el Penal era el Nº 1268.
Sucedió que, cuando se dispuso “formalmente” su liberación y “firmó libertad” en 1982, Edgar Sosa no fue liberado sino que por el contrario continuó como preso político en el Regimiento de Caballería Mecanizada Nº 4. Luego fue trasladado nuevamente al Penal de Libertad y recluido en la llamada “Barraca 4” que funcionaba como cárcel de seguridad dentro de mismo predio. En ese lugar y en ese momento, en la cárcel de seguridad no había otros presos políticos.
El 20 de abril de 1982 se informó que se “había intentado suicidar por ahorcamiento”. Días más tarde, el 26 de abril de 1982, moriría en el Hospital Militar. Nadie creyó la versión de la dictadura.
El mismo día en que EDGAR SOSA habría sido “colgado”, se hicieron presentes muchos oficiales en el área de la Barraca 4 donde lo tenían detenido. Esa misma mañana, muy temprano, un preso político fue destinado, junto con otro recluso, a “carpir la tierra” entre la Barraca y el celdario. Mientras realizaba “su trabajo forzado” el “Gato Sosa” estaba dando su caminata matinal custodiado por soldados que lo apuntaban. Cuando se cruzaron, el “Gato” Sosa le dijo al pasar, disimuladamente, que lo tenían amenazado y que lo iban a matar. En virtud de que la guardia notó que ambos presos habían “conversado”, quien estaba carpiendo la tierra fue inmediatamente sancionado.
Horas más tarde, los demás presos desde las ventanas del Penal, vieron ingresar una ambulancia en el perímetro de la Barraca, movimiento de soldados, oficiales y a una camilla que se llevaba una persona con un trapo o una tela de color oscuro (como con sangre), en la cabeza. Espontáneamente los presos comenzaron a insultar y a gritar que “habían matado al Gato Sosa”. Se informó luego, por los parlantes del Penal, que el “Gato” Sosa se había ahorcado en la Barraca e intentado suicidar.
Edgar Sosa fue trasladado al Hospital Militar donde falleció a los cinco días. Quienes pudieron verlo, declararon que el “Gato” estaba inconsciente y tenía una visible marca en el cuello.
El mismo “Gato” Sosa había mostrado su preocupación de que “no lo dejarían salir del Penal”, lo cual se confirmó cuando no lo liberaron a pesar de haberse firmado su libertad y luego “apareció ahorcado”. Había repetido varias veces que si decían que él había querido hacerse algo no se lo creyeran.
Sus compañeros coinciden en que era una persona “entera” y que los militares sabían que también era un “referente intelectual.” Por su edad, entereza física, fortaleza espiritual, alto nivel intelectual, conocimientos políticos y compromiso militante, el Gato Sosa era una persona que transmitía fuerza, ganas de vivir, de luchar y es imposible que se hubiese suicidado; por el contrario, implicaba una amenaza para los detentadores del poder.
Al GATO SOSA lo asesinaron y, por ahora, los responsables gozan de impunidad jurídica. Cuando reformemos la Constitución quizás volvamos a subir unos escalones en la búsqueda de justicia.
0 comentarios:
Publicar un comentario
No ponga reclame, será borrado